Francisco I. Madero, Misionero de la Revolución

En este mes de noviembre recordamos un acontecimiento que transformó profundamente a México y determinó el surgimiento de un nuevo proyecto de nación, que por cierto tuvo su expresión formal en la formulación de una nueva constitución política que continúa rigiendo a México.

Si bien este movimiento revolucionario fue liderado por diversas personalidades, lo cierto es que fue uno de ellos quien convocó a los ciudadanos a emprender una insurrección armada. El liderazgo que logró ejercer sobre los mexicanos de su tiempo es todavía hoy en día motivo de admiración y no falta quien se pregunte cómo un hacendado sin experiencia política o militar fue capaz de provocar tanto entusiasmo y convencimiento en grupos tan diversos de la sociedad mexicana. Veamos cómo es que don Francisco I. Madero llegó a ser el líder más notable de la revolución mexicana.

Nacido el 30 de octubre de 1873, en el seno de una familia terrateniente del estado de Coahuila, que poseía una de las cinco mayores fortunas del país, Francisco Ignacio Madero fue en su infancia un niño con una frágil salud que preocupaba sobremanera a sus padres. Al recordar las diversas escuelas en que estudió el pequeño Francisco, tanto en México como en el extranjero, es fácil comprender el pensamiento filosófico, religioso, ético y político que caracterizaría al futuro dirigente demócrata. Veamos.

A la edad de doce años, ingresó al colegio jesuita de San Juan, en Saltillo, en donde le inculcaron los valores religiosos y la mística de una vida cristiana asociada a la austeridad, la meditación y el sacrificio mundano. Continuó su formación en el Saint Mary´s College, cerca de Baltimore en Estados Unidos y de ahí se trasladó a París, en donde estudió cursos de comercio y economía en el Liceo Versalles y en la Escuela de Altos Estudios Comerciales de Francia.

La influencia parisina

Es en este periodo de su estancia en París, en el que el joven Madero entra en contacto con dos corrientes de pensamiento que habrían de determinar su vocación de vida: la ideología republicana y democrática, por una parte, y el espiritismo, por la otra. En relación con la primera, el Madero acostumbraba asistir al Parlamento francés y disfrutaba de escuchar los intensos debates que sostenían los diputados para lograr el convencimiento de la mayoría.

Por lo que toca al espiritismo –doctrina que afirma la existencia de espíritus y la posibilidad de establecer contacto con ellos-, Madero se inició en la práctica espírita descubriendo su aptitud como “médium escribiente”.

Al concluir su estancia en Francia, se trasladó a Berkley, California, en donde estudió inglés y técnicas agrícolas. Por último, en 1893, a la edad de 20 años, Francisco regresó a su natal Parras de la Fuente, Coahuila y recibió la encomienda, por parte de su padre, de administrar la hacienda de la familia en San Pedro de las Colonias.

En esta nueva fase de su vida, Francisco se reveló, no sólo como un excelente administrador, sino como un hacendado ejemplar, que procuraba ofrecer a sus peones una mejor calidad de vida, al remunerarlos con salarios más elevados que lo acostumbrado, dotarlos de viviendas dignas y ofrecerles servicios médicos, de los cuales él mismo se encargaba. En virtud de sus conocimientos de homeopatía, “don Panchito” solía recorrer las chozas de sus peones, brindándoles consultas médicas y medicamentos que él mismo preparaba.

A través de sus prácticas espiritistas, Madero creía escuchar a su hermano Raúl, quien había muerto en su temprana infancia en un lamentable accidente, y quien a través de su vida le ofrecería consejos que orientarían sus decisiones personales y políticas.

Es así que, desde el año de 1904, aconsejado por el espíritu de Raúl, el joven Madero incursionó en la política al contender por la presidencia de su municipio, San Pedro de las Colonias, siendo derrotado. A partir de entonces, no cejaría en su empeño de democratizar a México que había sido gobernado por más de un cuarto de siglo por el general Porfirio Díaz, quien ejercía la presidencia reprimiendo las libertades elementales de la población.

Madero escritor

Para lograr su objetivo, Madero diseño una ingeniosa estrategia de promoción política. En primer lugar dedicó un tiempo de su vida a estudiar la evolución política y social de México y de los principales países del mundo, lo que le permitió escribir un libro al que título La sucesión presidencial en 1910, en el cual analizaba críticamente la historia política de México. Apoyándose en el análisis histórico de lo sucedido en el mundo en los últimos siglos, sostenía que el sistema republicano era el único capaz de garantizar el bienestar social y el progreso de las naciones. Realizando comparaciones con naciones como la Francia contemporánea o la Grecia clásica, el autor pretendía demostrar que el pueblo mexicano se encontraba apto para ejercer la democracia.

Dirigente revolucionario

Por último, proponía la formación de una organización antirreleccionista, con clubes en toda la República, dedicada a promover la conciencia y la participación ciudadana, para culminar en la formación de un partido político que contendería en las elecciones presidenciales de 1910, bajo el lema Libertad de sufragio y no reelección.

La estrategia diseñada por Francisco Madero resultó tan exitosa, que al aproximarse las elecciones presidenciales de 1910, el presidente Díaz se dio cuenta de que seguramente sería derrotado en las urnas. Optó entonces por encarcelar a Madero, por lo que en el mes de junio Díaz fue reelecto para un nuevo periodo presidencial. Poco tiempo después, Madero huyó de su cautiverio y se trasladó a San Antonio, Texas, desde donde convocó a los mexicanos a emprender una revolución armada, tras comprobar la imposibilidad de la vía democrática. Este sería el origen de la revolución que transformaría profundamente a México en el siglo XX.

Te recomendamos leer:

Francisco I. Madero, La sucesión presidencial de 1910.
Charles Cumberland. Madero y la Revolución Mexicana. Siglo XXI Editores, México.